Me gusta ese momento mágico en el que colocamos el separador de páginas del libro mientras leemos en la primera mitad del libro y no en la segunda. Este gesto indica que el libro elegido ya ha pasado su periodo de prueba y va a ser disfrutado y exprimido hasta el último punto y final.
Como separador para recordar la página en la que dejamos temporalmente la lectura utilizamos tarjetas de visita de personas ajenas, hojas de árboles caducos, postales sin interés, naipes y cualquier elemento que tengamos a nuestro alcance cuando empezamos un libro que ha despertado nuestro interés . En ocasiones, utilizamos la memoria y, en otras, doblamos suavemente una de las esquinas de la página, preferentemente la superior ya que se vislumbra con mayor facilidad.
En un momento dado, aún perdido por los lugares donde te transporta el libro si es bueno, te preparas para colocar de nuevo el separador. El hábito de buscar una página donde ubicarle sin desequilibrar esa armonía que todo buen libro tiene hará que tiendas a ponerlo hacia el final, pero no, el momento ha llegado. Tu punto de lectura ha sobrepasado al separador y éste se irá quedando atrás irremediablemente. Cada vez más atrás.
Algo así ocurre en nuestra vida. Hay un día en el que el separador donde colocamos nuestros retos, ilusiones, proyectos, etc, empieza a quedarse atrás en nuestra vida. Quizá hayamos plantado un árbol, montado en globo, formado una familia o tenido un hijo. El caso es que nuestra vida, tendrá un separador detrás que nos recordará que ya hemos pasado nuestro periodo de prueba personal y que estamos obligados a seguir siendo algo digno de leer hasta el final.
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Por cierto...los pierdo todos, al final doblo las páginas.
ResponderEliminarlinóleo
Genial!
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