A veces, sólo a veces, sentimos que vivimos plenamente. Son pequeños momentos en que logramos elevarnos sobre nuestras propias vidas y nos sentimos extrañamente llenos. Lo que pasa es que la plenitud, como la felicidad, por definición no compartida, son estados temporales. El resto del tiempo sobrevivimos para intentar volver a vivir momentos así.
El otro día cantaba un adolescente de 17 años que quería ser un anti-todo. Será que se adelanta a su propia vida con una terrible visión de su futuro, cuando ya no disponga de tantas armas vitales que le permitirían dejar de decir gilipolleces a tiempo. Más adelante, conocerá más vocabulario el joven bocazas y ya habrá vivido alguna decepción real. Si tiene suerte, encontrará un antí-doto que le cure de ser anti-todo. Esperemos que no sea demasiado tarde. Lo mismo se da cuenta a tiempo de que uno tiene que ir al encuentro de su propia vida y no al revés.
No hay comentarios:
Publicar un comentario