miércoles, septiembre 03, 2008

Proezas sexuales

Alguna vez en su vida, un hombre necesita alardear de sus proezas sexuales. Necesitamos sentir el aliento de otros grandes machos que nos aceptarán en su reducido altar de grandes hombres de la historia con minúsculas, pero con grandes miembros. Aquí presento mis credenciales humildemente:
  • En la primera adolescencia (la que va desde los 13-14 hasta los 22-23) es cuando uno suele iniciarse en el sano ejercicio arte-sano de la masturbación (como parte del crecimiento físico y personal). En los grupos de referencia de esas edades (léase compañeros de clase o amigos de la calle, ya que los padres pese a ser grupo de referencia no estaban por la labor de ponerse a hacer manualidades contigo, como sí hacían poco tiempo antes con el Lego), había dos o tres avanzados que eran los que marcaban el camino a seguir al grupo (uno era parte del grupo no de los avanzados). Los primeros lanzaban grandes frases cuasi-bíblicas, que para eso estábamos en un colegio de los Sagrados Corazones, y los demás seguíamos su ejemplo honrando sus palabras. "Probad con una revista, que ayuda" fueron sus palabras. Llegué a casa aquella tarde emocionado con la revelación que me iba a ayudar a entender lo que pasaba en mi bisectriz y cogí un ejemplar del suplemento de El País Semanal, que era la revista que más se leía en casa, y me dispuse a ayudarme con la revista. Nada. Probaturas y más probaturas y no encontraba el placer ni el sentido por ningún sitio a pesar de la perfección del cilindro. Semanas después descubrí el sentido de su frase y el tipo de revista que ofrecía ayuda y cómo.


  • Ya en la segunda adolescencia (la que abarca en el hombre el periodo comprendido entre los 20 años y la vejez) fui a comprar preservativos para un amigo, por supuesto, y la respuesta-consejo del farmacéutico fue: "cuidado, caducan a los dos años". ¡Una caja de 6 preservativos! ¿No se extralimitó en sus funciones ese hij....? Años después, exactamente hace una semana, dos mujeres mejicanas me preguntaron si sabía dónde podían comprar Viagra para sus maridos. La verdad es que les respondí con un seco y claro: no fumo. Uno entiende que se debe preguntar en la vida a aquéllas personas que pueden ofrecer ayuda, aunque tengo un caso cercano que preguntó a un vendedor de cupones de la ONCE dónde encontrar una calle recóndita en Barcelona.




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